Garabato y el bebé
Se apresuró, pues iba con retraso. Su madre le esperaba para
la cena, sin embargo las risas de un bebé le llamaron la atención. Se asomó a
la ventana, miró en el interior, y
sí, dentro de una cuna charlaba a solas
un crío en un idioma ininteligible.
Era una monada, no se veía a nadie. El bebé se quedó
mirándole con los ojos muy abiertos, y de pronto le sonrió, Garabato se sintió
feliz. Le tocó, aunque recordó las
palabras de su madre: cuidado con los bebés de los humanos, son más grandes que
nosotros e inconscientemente nos pueden meter en un aprieto. Cierto, pero que
guapo era este, ¿o era esta?
¡Ah!, tenía unos adornos en las orejas ¿Qué quería decir aquello, era un simple
adorno?
Oyó ruidos y una voz dulce que se acercaba, bajó rápido y
salió lo más raudo posible por la ventana y se hizo invisible hasta llegar a su
casa. El corazón le bombeaba deprisa.
Su madre lo esperaba impaciente y con los brazos en jarras.
–Llego tarde, lo siento madre.
–Bueno, al menos no te has metido en líos. Cualquier día te
cazaran esos humanos, y te exhibirán por ahí en una jaula como a un mono de
feria...
– No te preocupes madre, tendré cuidado. Tengo hambre...
Marino Duende
Lema: (Llego tarde)
julio 2015