UN ESCONDITE
Teníamos un escondite en un árbol, donde nos íbamos a jugar, eramos niños y los veranos nos refugiabamos allí. Nos bañábamos y tendíamos en la hierba, en un lugar conocido por nosotros dos.
- ¡Ángel! ¿Qué te gusta de mi?
Yo me quedé un poco pillado, pensando que eran tantas cosas que me gustaban de ella, pero...
- Bueno...
- ¡Vámos, no seas tímido...!
Pataleé en el agua, suspiré y me lancé poco a poco a ver sin conseguía decirle cuánto me gustaba.
- Me gustan tus ojos, son tan verdes, me veo en ellos mejor que en el espejo.
- Me gusta tu pelo, dorado al sol.
- Tu manera de andar... te conozco desde lejos.
- Tu cara redonda y esa expresión de enfado que a veces pones...
-También tu cuerpo es precioso, tu piel suave, cuando nos bañamos y salimos a la hierba a secarnos.
- Tus pies... tan bien formados, cuando te pones de puntillas a andar, y cuando me das un beso antes de irte
y te elevas un poco sobre ellos.
- Tus manos, cuando las veo en movimiento, parecen mariposas que vuelan.
- ¡Me encanta tu sonrisa, tan sonora y contagiosa!
- Tu ceño cuando te pones triste porque te vas a la ciudad y sabes que tardaremos en vernos. Me gusta porque sé que sientes la separación tanto cómo yo.
- Y tu voz... cuándo subimos al árbol y me lees o me cuentas algo, tu voz es toda melodía, como si me cantaras dulcemente para mi.
En un impulso Rosa besó en la mejilla a su amigo y éste también le correspondió.
- ¿Seremos amigos siempre, ¿verdad?
Rosa se le quedó mirando, y observó cómo lo había dicho.
- ¡Por supuesto, siempre seremos amigos y de los mejores!
DuendeMarino
21 - 07 - 2014