viernes, 18 de julio de 2014

Amigos especiales

(Lugares imaginarios)

Salgo dispuesta para dar mi paseo matutino, recorro el sendero de piedras planas y césped, una puerta de madera me lleva hacía el exterior.

Al poco rato de andar, mis pies se hunden en la arena tibia y blanda.

El sombrero me protege del sol, llevo una blusa ligera por la cual siento fluir la suave brisa marina.

Voy hacía una cala que conozco, al llegar a la orilla, me despojo del sombrero, sandalias y blusa, me adentro en el agua cálida y transparente. Aspiro el olor a mar.

Me lanzo a nadar suavemente envolviendo mi cuerpo en el agua que está muy agradable y han llegado mis amigos. Gulliver y Plata, dos delfines, ella me invita a tomar su aleta para surcar juntas el agua, me pego a su cuerpo como si fuésemos una sola.

Gulliver, hace piruetas ante nosotras contento, Plata y yo nos sentimos felices y divertidas.

Después del interesante encuentro, nos despedimos, palmeo sus cuerpos, y ellos joviales se van alejando haciendo cabriolas festivas.

Salgo del agua y paseo por la orilla dejando que el sol seque mi piel, después me pongo las sandalias, blusa y sombrero y me dispongo a desandar el camino hacía mi querido refugio.

DuendeMarino 07_07_2014




Buscando


Había poca luz y fui a apartar las contraventanas, los rayos del sol entraron dando calor en la buhardilla, la claridad hizo aparecer: muebles, cajas, enseres y objetos, dándole vida a la anterior penumbra.
Hacía tiempo que murió mi madre y me resistía a subir allí, todo estaba en orden, así era mamá y la abuela, todo guardaba su secuencia sistemática, excepto la capa de polvo y alguna telaraña que el transcurrir del tiempo había dejado en todo cuanto había.
Me atrajo el rincón de los juguetes; el balancín que había mecido mi infancia y la de mis hermanas, también la casa de las muñecas hecha al detalle de manos del abuelo Manuel, que había sido un ebanista admirable; y los dibujos con trazos perfectos, pintados por la abuela Clara, toda una artista en el arte del dibujo, costura y muchas otras cosas.
Busqué con la mirada el baúl de madera de pino, con los dibujos de flores y hojas, digno de estar en un preferente lugar de la casa. Cogí un taburete y me acerqué a él, acariciando su tapa, lo abrí y me llegó un suave olor a lavanda, de las bolsitas que guardábamos entre la ropa. Quité la sabana que cubría el contenido y empecé a examinar las prendas para dar con lo que buscaba, seleccionando algunas que me podían servir, para la fiesta de mi hija.
Al coger un abrigo noté algo dentro de un bolsillo interior, metí la mano y extraje una foto; ¡qué guapa la abuela! también un sobre, el cual tenía un membrete de un bufete de abogados. Lo abrí y me quedé boquiabierta al leer ávidamente la información. 
Iba dirigida a la abuela Clara, se trataba de su abuelo materno, el cual había muerto y a través de un albacea, le explicaba que él, dio en adopción recién nacida a mi abuela, o sea su nieta, por ser la madre (su hija), soltera y ellos de una familia aristócrata.
A la madre le dijo que el bebé había muerto, aunque él siempre veló porque su nieta estuviese perfectamente bien.
Bueno, me quedé boquiabierta, nunca había oído nada de esto, en tantos años. Las preguntas se agolpaban en mi mente, ni mi madre me había dicho nada de esto, ¿lo había sabído ella?, ¿desde cuándo?
Un montón de preguntas sin respuesta acudían a mi mente...

El sonido del móvil, me volvió a la realidad. 

(18_05_2014 – DuendeMarino)


DOBLE VIDA  

Llevaba días observando aquella floristería y decidió entrar como un posible cliente. Se quedó mirando unas flores que le gustaban de verdad. Enseguida se acercó la dueña, a preguntarle si le podía ayudar en algo. Él le dijo que le gustaban unas violetas que había visto, que eran las favoritas de su madre, ella le dijo que sí, que eran preciosas y tenían un agradable aroma, muy apreciado para los perfumes, además le dijo que se las conocían cómo símbolo de la modestia, sus flores pequeñas se escondían tímidamente entre sus grandes hojas acorazonadas.

Le pareció muy interesante la información. Mientras preguntaba por otras, ella le dijo que se llamaba Gisela y que había llegado casi a punto de cerrar, su marido estaría al llegar. Se decidió a llevarse una maceta, él dijo, que para su madre.

Hablaron un rato sobre la tranquilidad del pueblo y algunas cosas más, luego se abrió la puerta y entró un hombre que después de decir un hola, se acercó a besar a la chica y se metió en la trastienda. Él pagó las flores dio las gracias por atenderle y se despidió.

***

Carla, miraba las fotos, aunque captadas con el zoom, veía perfectamente la cara de Alberto y de la chica, después miró a Simón sin saber qué decir, sus ojos se detuvieron en las violetas y no podía creer que su marido llevara viviendo una doble vida hacía años, que sus múltiples viajes de negocios eran una excusa bien planeada.

Ella se lo había pensado tanto, hacía tiempo que no quería creer aquello, porque amaba a Alberto y tenían una relación estupenda y dos hijos maravillosos, no entendía… ¿cómo era posible aquello?
Preguntó si tenía hijos con ella, Simón le dijo que no, ella le dijo que su marido no quería por ahora tener niños, aunque a Gisela le hacía ilusión.
Pagó sus honorarios al detective y se despidieron.

***

Llegó a casa y soltó las violetas sobre la mesa,  y miró la foto de la familia feliz que adornaba el salón, en ese momento no sabía qué hacer, ni se explicaba todo aquello. Una amiga le había dicho que había visto, desde lejos, a Alberto entrando al cine con una chica pelirroja muy guapa, después la amiga dudaba de sus palabras o tal vez estaba tan segura de ello que no quiso hacerle daño.

Ella desde entonces no dormía pensando en las continuas ausencias de él. ¿Podía amar a las dos? Por qué para llevar años con esa doble identidad, tenía que quererla, era demencial que fuese tan complaciente en regalos, sexo, cómo padre, cómo compañero, en ningún momento había dudado que la quería y luego… aquello.


Cogió la foto familiar, se sentó sobre el sofá y se quitó los zapatos, sintió la alfombra bajo sus pies,  examinó las caras de todos sus hijos guapos, Alberto mirándola a ella cómo adorándola, envidiado como pareja, abrazó el portafotos y sus lágrimas empezaron a caer amargas de sus ojos; por fin podía llorar.

DuendeMarino 14_07_2014 

Foto internet.