lunes, 9 de junio de 2014

Desde el tejado…


Cuando vi llegar y aletear a aquel pájaro, me plegué y aguanté la respiración, mi corazón latía con un ritmo vertiginoso, esos ojos amarillos y aquel pico, esperaba que no me viera.

Merodeó por la jaula y con maestría logró sacar a uno de los canarios que había dentro, el otro compañero aleteaba y no sabía dónde esconderse… ¡pobre!

Allí mismo fue devorando el primer canario que cogió y más tarde hizo lo mismo con el que había en la jaula, encogida vi que no era el momento de salir hasta que el ave se marchara, los minutos se me hicieron eternos. El gavilán miró alrededor y después salió volando dejando allí la jaula desordenada y las plumas esparcidas por el suelo.

¡Así se debía sentir algún que otro ratóncito, pensé...!

¡De buena me he librado! no me fiaré más de andar tan suelta por el tejado, hasta ahora creía que era libre de ir de acá para allá sin tomar medida alguna.

Estoy acostumbrada a mirar desde abajo hacia arriba y viceversa, todo tiene sus ventajas e inconvenientes, cómo soy menuda tengo mi escondite en el tejado, un sitio donde nadie me puede ver, y en el que yo sí que veo.

Lo peor es que la vecina que le habían desaparecido los canarios, llegó a mi dueña y le dijo lo que había encontrado, lloraba desconsolada y preguntaba por mí.

Mi dueña negaba rotundamente de que yo hubiese cometido tal desaguisado.

¡Ay, y yo sin poder hablar!
 Foto Internet


MarinaDuende
09 – 06 - 2014