miércoles, 30 de octubre de 2013

Tía Adela

Alejandra repasaba cosas viejas y pasadas de moda, en la vieja casona, aunque había objetos y muebles que estaban en buenas condiciones y eran bonitos, tendría que clasificar algunas cosas para dar; cómo ropa, objetos, libros, muebles… no sabía por dónde empezar… su madre no se encontraba bien y le había dicho que fuese ella a mirar qué podían hacer con todo aquello.
En realidad conoció poco a aquella tía abuela, siempre hablaban de ella cómo una persona entrañable y buena con todo el mundo, aun así no se casó. Sí que cuentan que había tenido un novio, hacía tanto tiempo ya de aquello y ella no había prestado demasiada atención a esas cosas que hablaban.
Había subido al dormitorio de Adela, era antiguo aunque bastante hermoso y bien cuidado, abrió la ventana y entraba la luz a raudales… qué día más hermoso. Miró en el armario con tres lunas de espejo y abrió las puertas, vestidos y trajes bastante buenos y casi listos para lucir en cualquier fiesta de época o disfraces… había bolsitas de tela primorosas repartidas por los rincones, sí olía bien, a lavanda, no a naftalina cómo se acostumbra, le gustó aquel detalle.
Cajones ordenados con ropa interior, para usar en cualquier momento. Juegos de sábanas con detalles bordados preciosos, camisones.
Todo impecable pensó que Adela era muy cuidadosa y mimaba mucho todas sus cosas.
En un rincón vio una caja de madera preciosa y llamó su atención, estaba  medio escondida, se agachó y la cogió, la tapa estaba decorada con flores y tenía un broche dorado. La abrió y había cartas atadas con un lazo verde.
Buscó dónde sentarse con la mirada, junto a la ventana había un asiento adosado con cojines, era un sitio estupendo a la luz del día.
Las cartas estaban tan bien cuidadas, a pesar del papel amarillento y la tinta descolorida de las letras.Si las quería leer tenía trabajo. El remite era de un tal Guillermo, con dirección militar, aunque estaba tan ansiosa, que sacó la carta del sobre y empezó a leer a fragmentos:
Querida Adela:
Espero que te encuentres perfectamente de salud.
Yo estoy bien dentro de lo que cabe.

¡¡Cuánto echo de menos tu rostro, tu olor, encanto, risa cantarina… toda tú. Aquí con tanto frío, mi aliento pensando en ti, funde el hielo. Qué ganas de verte y abrazarte, ya sabes en nuestro sitio secreto. Amor mío, te deseo tanto…!!

Alejandra, se interrumpió… y pensó que aquello prometía bastante y sonrió pensando en cuánto iba a disfrutar con aquellas cartas…

DuendeMarino


El niño de la playa…
Aquel día me embelesaba el sonido de las olas, cerré los ojos y aspiré profundamente el perfume de la brisa del mar, sentado cómodamente en la arena.
Algunas gaviotas surcaban el cielo.
La tarde había ido cayendo y el cielo estallaba en colorido. La gente se había ido poco a poco y yo me quedé cómo deseaba, solo… al menos eso pensaba.
Había un niño en la orilla de la playa, chapoteando alegremente con sus pies, me miró y sonrió, busqué con la mirada y no había nadie más alrededor. Se acercó y me dijo:
-          ¿Está solo… no tiene niños!
Ante sus dos preguntas, le contesté:
-          Si, estoy solo, no tengo niños.
-          Pues, los niños son un encanto, al menos eso me dicen a mí continuamente.
Se agachó un poco, supongo que para verme mejor, pues yo llevaba un sombrero puesto.
-          Te he visto algún día por aquí, también solo… leyendo.
Vaya, pensé... creía haber pasado desapercibido.
-          Es posible, leyendo... leyendo, si…
Se sentó un poco más debajo de dónde yo estaba, cogió un piedrecita de la arena y la lanzó con gran brío al agua, llegó lejos. Observé que iba descalzo, era rubio con el pelo rizado, sus ojos claros con destellos azul y verde... la edad, no sabía precisar 12 años… quizá. El bañador blanco que llevaba, acentuaba su bronceado moreno dorado.
-          A mí me gusta mucho leer, mi abuela lo hacía desde pequeño, me contaba historias fantásticas, debe ser por eso que me gusta tanto las aventuras, fantasía, ficción…me divierto más incluso que con algunos chicos... es un mundo mágico. ¿no cree?
-          Pues, si… es cada vez más extraño que los jóvenes lean, con tanta tecnología y juegos tan modernos, se lee menos, creo…
Él me miró sonriendo un poco triste…
-          Bueno internet suele entretener bastante, y los adultos andan tan atareados en sus cosas que tiene poco tiempo para dedicar a los niños… yo vivo con mi abuela, a mis padres los veo poco.
-          Tienen que trabajar para dar una vida lo más cómoda posible a sus hijos, el bienestar de hoy día… cuesta…
-          Sí, si… demasiado, creo que se pierden muchas cosas hoy día… en fin, me voy… he venido hace un rato a darme un chapuzón y no quiero preocupar a mi abuela… ¡¡adiós, igual nos vemos otro día!
-          ¡Es posible, adiós!

Le vi marchar y pararse un poco más arriba, a recoger la toalla y el calzado. Se alejó y me dí cuenta que no nos habíamos presentado ni dicho nuestro nombre. Era encantador.


DuendeMarino