lunes, 7 de noviembre de 2016



Desesperando

En la madrugada, grité con todas mis fuerzas:
- ¡Socorro, socorro, ayuda… ayuda!
Después de un rato un hombre y una mujer llegaron a casa y me vieron arrodillada en el suelo, despeinada, desmadejada, rota…
  • ¿Qué ocurre, qué pasa?
  • - ¡Han entrado tres encapuchados y… Dios mío, querían dinero y mis hijos, mis niños - grité llorando medio ronca -.
  • Ya viene la policía - dijo el hombre, he llamado antes de venir por lo que pudiera pasar… ¿y los niños?
  • Durmiendo, estaban… durmiendo, arriba… ¡qué desgracia, Dios mío…!
La mujer me animó a levantarme del suelo y a sentarme en un sillón.
  • Vamos mujer, cálmese, tranquila - pasó su mano por mi pelo, mientras con la otra me tocaba el hombro-.
  • ¡Se está desmayando…!
Pasaron los días. Era una sonámbula. Me llevaban al entierro de mis dos niños. Tomaba calmantes. Los rostros alrededor no los veía. Alberto, mi marido, estaba desencajado, me abrazaba y susurraba:
  • ¡Hemos perdido a nuestros hijos, cómo vamos a seguir para adelante, es terrible, no sé cómo podremos soportar este dolor tan grande… - lloraba y maldecía - ¡malditos canallas, nos han matado a nosotros también… que inhumanos, qué crueles…!
Fueron días en los que permanecí como en una nube.
Llegaron los policías. Ya me habían interrogado con anterioridad. Querían hablar con nosotros.
  • ¿Los han encontrado? - preguntó Alberto.
Los dos policías intercambiaron las miradas y, finalmente, uno de ellos tomó la palabra:
  • No, Alberto, no los hemos encontrado, no tenemos pista sobre ellos.
  • Pero, ¿cómo puede ser?
  • Ana, ¡queda usted detenida por la muerte de sus hijos!
Alberto me miró como si me viera por primera vez, con los ojos desorbitados. Uno de los policías se puso a su lado.
  • Pero, pero... ¿qué dice usted? ¿está loco? - Alberto tenía los puños cerrados y su dolor se convirtió en rabia. El policía le agarró temiendo que me atacara.
  • ¡Ana, di que no es cierto... Ana, dilo… se han equivocado... no puede ser... no puede ser! - Alberto lloraba. Se sentó derrumbado y metió la cara entre sus manos, sin parar de llorar…
  • Tenemos pruebas suficientes, fue ella. No quería separarse de usted, Alberto.
  • Sí, los maté - dije tranquila - ahora pagaré mi pena, no quería perderte, y tú estabas decidido. -Tragué saliva -.  Quise causarte el peor de los sufrimientos, el peor dolor. ¡Tú tienes la culpa, tú eres el culpable!

MarinaDuende
31 - 10 -2016


El desván de las letras

  • ¿Que puedes encontrar allí por esas escaleras, abuela?
    - ¡Ah, hijo eso es una sorpresa siempre!
    - Mi padre dice que cosas antiguas
    - Si cariño, lo que desechamos o sustituimos por objetos nuevos.
    - Y, ¿si no sirven, porque guardarlos?
    - Hija, a veces sube una persona y ve en algún objeto algo mágico que otro no ve.
    - ¡Ah, ¿sí?
    - Mañana subimos al desván, si tú quieres.
    - ¿Mañana? ¡Hoy mismo, esta tarde abuela!
    - Bien, subiremos la merienda y verás cuantas cosas interesantes en el desván de las letras.
    - ¡Ah! Pero... tiene nombre, no lo sabía.
    -Si, de principio fue un lugar acogedor de reunión clandestina, de amigos que escribían y leían.
    -¡Que interesante! ¿hay libros?
    La abuela revolvió el pelo de su nieto, y le encantó la expresión de sus ojos.
    - Si claro, hay escritos de todos ellos, que son estupendos, los encuaderné para que no se traspapelaran.
    - ¡Bien, lo leeremos!
18 de Julio 2016


Recuerdos del desván

Aquel día mamá estaba ordenando la casa y me dijo que subiera algunas cosas al desván, le pedí la llave, y me dijo que estaba abierto, puesto que ella había ido anteriormente.

En las escaleras vi cómo la luz salía por la puerta iluminando mi paso.
Aquello había quedado muy acogedor, invitaba a sentarse cómodamente y leer o hacer cualquier labor.

Percibí olor a tabaco, pensé (no puede ser), junto a la mesa, en el sillón, un hombre  fumaba en pipa. Me asusté. Su rostro afable, pelo canoso, cejas claras y los ojos azules (me recordaron los de mi madre).

  • ¿Quién es usted? - le dije – mamá no permite que se fume aquí, hay muchos trastos...
Él sonrió y sacando la pipa de la boca, me dijo:

  • ¿Se lo vas a decir tú? Y a continuación me guiñó un ojo. Titubeé por un momento y murmuré – bueno, tal vez ella note el olor. Bajaré a por más cosas que he dejado.
Él me miró y dijo:

  • Te esperaré; no tengo prisa.

Bajé las escaleras un poco aturdida pensando ¿de qué me sonaba esa cara? al pasar por la entrada me fijé en la foto que había sobre la consola, cogí el portarretratos de bronce. Mi madre muy joven junto a su padre, mi abuelo, y la pipa que pendía de su boca.

Oí la voz de mi madre llamándome:
-¡Elena! ¿Ya has bajado, tan pronto?

MarinaDuende

27 – Septiembre – 2016
Reunión de amigos

Mi novia dice que alguien de E.E.U.U. Ha inventado una pastilla que hace que no te sientas solo – eso dijo de carrerilla Jorge ante todo el grupo y nos quedamos un poco sorprendidos mirándole.
Oscar soltó una risotada y le dijo: - ¡Vamos hombre, qué tontería! ¿Te crees esa patraña?
Jorge era tímido y además, razonable en cuanto decía, yo pensé que tal vez estaba achispado por la bebida, pero recordé que él no bebía alcohol...
Sara dijo: - Oscar ¿bailamos es nuestra canción?

  • Si, vamos a bailar que no quiero oír tonterías...
  • Jorge, musitó – es verdad. Entonces tal vez ella me deje, si se siente feliz sola...
  • ¡Vamos Jorge no pienses ahora en eso, vamos a divertirnos! - le dije...
A la mañana siguiente fui a tomar un café y cogí el periódico, la portada me dejó atónito.

¡Pronto a la venta una medicación novedosa, pastilla con la cual nadie se sentirá solo!
Unos laboratorios americanos llevan tiempo trabajando en este medicamento, y es algo innovador y que quitará la tristeza de la soledad de muchas personas en el planeta. Dicen que el cerebro captará un elemento que lleva dicha pastilla y la persona se sentirá automáticamente feliz y contenta por lo que no echará en falta a nadie en su entorno, pudiendo llevar su vida tan ricamente.
Ya han hecho pruebas y han salido positivas.
No podemos dar más datos mientras no se ponga a la venta, pero estamos ansiosos de que llegue ese momento.
Un poco más abajo en letra pequeña ponía:
  • Ha habido muchas llamadas respecto a ésta noticia en la redacción. Les comunicamos que fue nuestra inocentada del pasado 28 de diciembre. ¡Disculpen las molestias que hayamos podido causar!

MarinaDuende
04 – 10 - 2016

Remanso

Remanso
Aquel día, acercó a la anciana junto a la ventana para que le diera el sol en el rostro, mientras ella hacia las demás tareas de la casa. Ya arreglada y desayunada podía estar sola, se entretenía mirando el mar, era una vista preciosa donde se veían a veces en la lejanía barcos. Lucía dejó caer un beso en la frente de Rosalía, era un milagro tener aquel trabajo y daba gracias a Dios cada día por ello, había ocurrido en unos años en su vida tantas cosas, que ahora compartir su vida junto a esta mujer, aunque con recuerdos deshilachados por su enfermedad era un remanso de paz, pero no todo era perfecto.
Cada día recordaba lo mal que lo habían pasado ella y su marido, hacía unos años eran felices, el era empleado de banca y ella administrativa en una constructora, se amaban y soñaban con un futuro feliz, pero en poco tiempo sus vidas se vinieron abajo como un castillo de naipes.
A Antonio le despidieron en el banco con lo de la crisis y no podían hacer frente a la hipoteca del piso y más tarde fue ella la que despidieron, le quitaron el piso y luego fue uno de los coches, se vieron durmiendo en el coche que les quedó y tuvieron que deshacerse de él porque no podían ni pagar la gasolina, iban de lugar en lugar buscando trabajo pero tan solo encontraban, unas horas de camarero en algún bar, y repartiendo algún pedido en alguna floristería, llegó un momento en que vivían con la mochila y una tienda de campaña.
Resistían juntos durmiendo en la playa, siempre en lugares de costa a los que estaban acostumbrados pues las noches eran más soportables con menos frío. Con trabajos esporádicos y sin derechos poco podían hacer, sino sobrevivir, así que un amigo le propuso a Antonio que se fuese a Suiza pues necesitaba a alguien preparado como él. Lucía le animó a que se fuese, ya encontraría ella algún trabajo, el se resistía a irse y dejarla sola, pero la situación era tan mísera que al final se separaron, prometiéndose el uno al otro que volverían a estar juntos de nuevo y que todo cambiaría.
A los pocos días de irse su marido, entró en la panadería a por un bollo para un bocadillo y la propietaria le habló de un posible trabajo, era para cuidar de una anciana, querían a alguien interna y la mujer se acordó de ella ya que había trabajado en el bar de al lado en algún momento y la conocía.
Le dio una dirección cercana y que le dijese que iba de su parte, Lucía iba llena de ilusión hacia la casa, y fue acertada la recomendación de la panadera pues le propuso el hijo de la anciana un mes de prueba para cuidar de su madre. Casi tuvo que aprender a vivir bajo un techo, a dormir en una cama, a tener una ducha cuando le apetecía, alimentos frescos, se sentía una reina, pero... el hijo de Rosalía era tan amable que empezó a resultar sospechoso, casado y según él desgraciado en su matrimonio, andaba buscando algo que ella no podía darle porque amaba a su marido, le estaba resultando difícil, ya eran tres meses resistiendo tanta "amabilidad''. No sabia que hacer irse ahora era complicado, volver a la calle, no le cuajaba el sueño.
La mañana había sido tranquila, oyó el timbre de la puerta y salió pensando en quién podría ser, se quedó aturdida: ¡Antonio, Dios mio! Se fundieron en un abrazo deseado  y cálido, los dos lloraban de alegría.
Lucia - musitó él - no nos separaremos más, tengo trabajo aquí, comenzamos de nuevo.
MarinaDuende 2015
2015

Sin miedo



Sin miedo



Se quedó mirándolo desde la silla donde cosía. Tantos años juntos y no sabía qué podía pasar por su cabeza. Hablaban poco; él era parco en palabras y ella se había acostumbrado.

Lo miró cuando él, tambaleándose, se levantó de la silla para irse a dormir. Terminó la costura y, cuando fue a la cama, le vio dormido como un tronco; de pronto, con cuidado, cogió aquella almohada y se puso encima de él, apretando con todas sus fuerzas. No hubo apenas resistencia, fue mejor de lo que ella pensara. Quitó la almohada y vio sus ojos desorbitados; los cerró lentamente, colocó sus piernas rectas y sus manos las cruzó en el abdomen. Se sentó al lado, observando, ya no había prisa. Ahora no tendría que soportar su respiración, que le asqueaba, ni olerlo cerca; incluso cuando dormido la abrazaba, tenía que controlar su repulsión, no soportaba su tacto, sus manos grandes estrujando sus pechos. Humildad no había podido tener hijos, y Rufino en todo momento se lo reprochaba como una cantinela:

-¡Ésta mujer es tan inútil que no sabe cuajar en su vientre. Su cabeza está hueca, solo sirve para que le digas lo que tiene que hacer y poco más!


Humildad suspiró y sus ojos se anegaron de lágrimas; sí, muchos años de convivir con su marido, en aquella casa de campo, donde poca relación tenían con nadie; apartados de la gente, aislados de sus respectivas familias. Llevaban una vida oscura, sin alegría.

Con lo que Rufino cultivaba y los animales que cuidaban, tenían más que suficiente para su sustento. Ella, sumisa a lo que le dijese él, se mostraba siempre obediente. Al principio la golpeaba sin piedad, por nada, desahogaba su mal genio así: insultos, gritos; con el tiempo supo que la necesitaba, ¿qué haría él sin ella?

Humildad guardaba un secreto: ¡sabía leer! Esos periódicos que Rufino recogía para varios usos útiles le valían para saber qué ocurría en el exterior, en ese mundo que no había sido hecho para ella. Soñaba en no tener miedo, llevaba en su corazón un rencor que no había dejado salir fuera, pero ahora ese peso se había disipado; todo cambiaría, después de aquellos años de infelicidad, presa en su propia casa, envuelta en silencio. Le importaba poco lo que ocurriera, pero lucharía por vivir…

¡Vivir sin miedo!




MarinaDuende
18 - 10 -2016


VIVIR
¿Cuántos otoños has vivido pensando en los demás?
Mañanas al sol, veranos en el campo, regado con tu sudor.
Inviernos de frío, el cual se te metió en los huesos para siempre.
Sembrando olivos y regándolos, uno a uno.
Caminatas de kilómetros a pie, a ratos en tu mulo, única compañía durante días.
Los pies embarrados, tu cuerpo mojándose de lluvia o de calor
¿Quién te preguntó qué sentías?
¿Qué querías, que soñabas? Ni tú te paraste a pensar.
Te quedaste sin luz que te guiará, en la oscuridad para siempre
Te deleitas con los sabores, sobre todo con lo dulce, es un disfrute de los pocos que te quedan.
La conversación agiliza tu memoria, sientes más que oyes, y en tu mente cada vez se difuminan más las imágenes recordadas.
Se te olvidan los nombres, no recuerdas las palabras, pero oír música de tu época te pone alegre.
Cumples años, que cada vez es una carga para ti, sobre todo porque pierdes orientación, movilidad, memoria y eso te pone triste.
Y solo piensas en el bálsamo de tu descanso, esperas, esperas... la llamas, pero no te hace caso, pasa de ti.
Yo te digo: vendrá cuando no la llames, cuando más tranquilo estés.
Y repites: vendrá, vendrá…

MarinaDuende
11_07_2015